Seguimos en Santiago de Compostela buscando imágenes de Ovidio. Nos corresponde esta vez mostrar la biblioteca del Instituto Teológico Compostelano (ITC), que se ubica dentro del grandioso edificio del antiguo monasterio benedictino de San Martín Pinario, fundado en el 899, que llegó a ser el monasterio más rico y poderoso de Galicia. El edificio actual de San Martín Pinario acoge desde 1868 el Seminario Mayor de la Archidiócesis compostelana y, además, es sede del Instituto Teológico Compostelano, del Archivo Histórico Diocesano y de las facultades de Teología y Trabajo Social. Alberga también una hospedería y un museo.
La Biblioteca del Instituto Teológico, que se sitúa en la parte sudoeste del edificio y ocupa tres de sus plantas, no comienza a funcionar como tal hasta 1984, y en un principio se nutre de los fondos del Seminario Conciliar Central de Santiago de Compostela, de la posterior Universidad Pontificia Compostelana y del Seminario Mayor. Sin embargo, al crearse el Archivo Histórico Diocesano en 1975, la biblioteca pierde en su favor gran parte de sus volúmenes, especialmente manuscritos. Pese a ello, y gracias a estar ligada al Instituto Teológico Compostelano, se le otorga en 1996 la designación de Biblioteca de Estudios Teológicos de Galicia. Hoy en día está abierta al público y permite la consulta de fondos con el fin de facilitar la investigación científica y la formación personal de los interesados en los diversos campos que abarca: Filosofía, Biblia, Teología, Historia General, Historia de la Iglesia, Historia del Arte y Humanidades.
Desde 1891, cuando ya contaba con unos 12.000 volúmenes, el fondo de la biblioteca ha estado en constante crecimiento, de modo que en 1970 el número ascendía ya a 40.829 y hoy en día cuenta con más del doble, unas 85.000 monografías más 169 publicaciones periódicas, 2.000 folletos y 5.900 partituras. Dentro de este importante conjunto hay que destacar los 42.604 volúmenes que componen el fondo antiguo, las publicaciones anteriores a 1901, que es el que nos interesa de manera concreta en nuestra búsqueda ovidiana.
El conjunto de obras de Ovidio que se encuentran en la biblioteca del ITC constituye un buen muestreo de las ediciones académicas en latín de la producción que vio la luz entre 1710 y 1899: ediciones de las Metamorfosis con los comentarios y anotaciones de Minelli, de las obras de exilio con comentarios eruditos de miembros de la Compañía de Jesús publicadas en la imprenta que los Jesuitas tuvieron en Villagarcía de Campos y algunas otras publicadas en España que tuvieron una gran difusión para el conocimiento y estudio de las obras del poeta romano. Y precisamente a este fondo académico de los siglos XVIII y XIX pertenece el único ejemplar de obras de Ovidio que incorpora ilustraciones: una edición en tres volúmenes publicada a finales de siglo, en 1789.
El siglo XVIII es un siglo rico en ediciones de la obra ovidiana que se benefician de las extensas tareas de restitución del texto y de elaboración de anotaciones filológicas que ya habían acometido en el siglo anterior Daniel y Nicolas Heinsius (1629; 1659), Daniel Crispin (1689) y culmina con el trabajo de Peter Burmann (1727). Los textos corregidos y comentados se publican extensamente en diversos formatos y en diversos lugares para uso escolar y disfrute de los eruditos. Precisamente una edición que contiene todas las obras de Ovidio de acuerdo con el texto fijado y anotado por Peter Burmann es esta de la biblioteca del Instituto Teológico, que se publica en Venecia en la imprenta de Tommaso Bettinelli.
La edición consta de tres volúmenes con la obra completa conservada. El tomo primero contiene las obras amorosas: Heroidas, Amores, Arte de amar, Remedios contra el amor y Sobre la cosmética del rostro femenino. El tomo se completa con otras tres obras ovidianas atribuidas que se suelen editar en conjunto con la poesía amorosa: Haliéutica, Consolatio ad Liviam y Nux. El tomo segundo contiene el poema de las Metamorfosis, y el tercero, los Fastos, las Tristes y las Pónticas.
Desde el punto de vista de la ilustración, esta edición en tres tomos se imbrica en la línea editorial de las obras completas del poeta que se había iniciado en el siglo XVII por la que en las publicaciones de corte erudito -ediciones latinas comentadas, a veces con extensas anotaciones filológicas- comienzan a incorporar esporádicamente algunos grabados de distintos tipos: una serie de corte alegórico que glosa de manera sintética los contenidos de los distintos volúmenes -en alguna ocasión, ilustraciones mitológicas en el volumen correspondiente a las Metamorfosis– y de manera recurrente, un retrato del poeta, una práctica común en las ediciones de la obras de los clásicos, y en especial de los poetas, pero que en el caso de la imagen de Ovidio adquiere un relieve especial.
En esta línea, el aparato figurativo de esta edición veneciana es muy reducido. La única alusión al mito y al contenido clásico se encuentra en la viñeta que se repite en la portada de los tres volúmenes en lugar de la marca del impresor. En ella se muestra una escena que tiene lugar en unas pretendidas ruinas antiguas en la que la diosa Minerva, tocada con el yelmo y armada con su lanza y escudo, se aparece entre las nubes al dios Mercurio. La diosa le tiende una ramita con flores al dios, que va tocado con su sombrero alado y sostiene indolentemente su caduceo en la mano izquierda. Junto a Minerva aparece el mochuelo -su animal propio- posado sobre una especie de cornucopia.
El tomo primero contiene, además, un frontispicio con un retrato de Ovidio grabado y firmado por Pietro Scattaglia (1739-1810?). Por regla general, como sucede con el retrato que se incorpora en este ejemplar de la biblioteca del ITC, la reproducción de la imagen del poeta intenta dar a la vez la impresión de la recuperación de una imagen antigua y ratificada por la arqueología, y una representación de la característica fisonomía de un personaje marcado por sus rasgos faciales, de manera concreta, su imponente nariz, evocada en su “apellido”. Presentado como un poeta al uso, coronado de laurel, el retrato de Ovidio suele ir acompañado por una leyenda con su nombre o la referencia a su lugar de origen, y con frecuencia, como es el caso que nos ocupa, por elementos alegóricos que componen una especie de “bodegón mitológico”.
La imagen del poeta se inscribe en una especie de lapida que descansa sobre un arquitrabe con triglifos y una metopa en la que se lee la inscripción: P. OVIDIVS NASO. Encuadrado en un óvalo enmarcado por dos frondosas ramas de laurel, el busto de Ovidio muestra al poeta representado de perfil, coronado de laureles y mostrando, como ya hemos dicho, la gran nariz que caracteriza sus retratos desde el siglo XVI. En esta ocasión, bajo el clípeo ovalado que acoge la imagen ovidiana se encuentra una composición de objetos que remiten a los atributos de los dioses celebrados por Ovidio en sus obras: la lira de Apolo, la lanza de Minerva, el caduceo de Mercurio, la siringe de Pan, el carcaj de Diana, el tridente de Neptuno, y una cornucopia de la que brotan racimos y hojas de vid, en probable alusión a Baco. Un rollo de papel (o volumen) y unos crótalos o una pequeña pandereta completan la composición para recordar la poesía y la música.
Estas obras completas no se encuentran de manera corriente en las bibliotecas españolas, ya que, aparte del ejemplar compostelano, solo se conservan los tres volúmenes de la edición en la Biblioteca del Palacio Real (Madrid), en la biblioteca de la Universidad San Justino (Madrid), en la biblioteca del Instituto de Enseñanza Media Goya (Zaragoza) y en la Biblioteca Pública de Ciudad Real.